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Psicoterapia y sentido de vida

El sentido de la vida es una de esas temáticas que están presentes en todo. Es tan universal, que realmente involucra todo lo que hacemos y no hacemos, y en ese hacer o no hacer, involucra lo que sentimos, pensamos, creemos, y demás fenómenos que tienen un sentido, un objetivo. Éste objetivo no es necesariamente explícito (o consciente), pero siempre, todo lo que hacemos (o sintamos, creamos, pensemos, etc.), tendrá una consecuencia, es decir: un sentido.





Dentro de toda esta maraña de intenciones, la psicoterapia se hace presente como una forma de aclarar, liberar y permitir el flujo de sentido de cada persona. Esta integración entre sentido de vida y psicoterapia se hace muy patente en la logoterapia, corriente psicoterapéutica desarrollada por Victor Frankl. Como lo menciona en su libro El hombre en busca de sentido, Frankl fue un médico judío, que sufrió la persecución Nazi durante los años 40. Su práctica médica estaba dedicada a la psiquiatría, que en ese momento funcionaba bajo las premisas del psicoanálisis y, en menos casos, de la incipiente neurología. Sin embargo, revolucionó el área de la psicoterapia con los descubrimientos que realizó mientras se encontraba en el campo de concentración de Auschwitz.


Durante el tiempo que duró la guerra, Frankl vivió en carne propia la tortura que los oficiales nazis inflingían sobre la población judía. Debido a su educación en psicología, Frankl fue haciendo varias observaciones acerca de sus compañeros de encierro, y notó que muchos de los casos que él mismo podía ver sufrían de una intensa pérdida del sentido de la vida. Menciona que el hecho de no saber cuándo iba a terminar la guerra (y por lo tanto su sufrimiento) hacía que los prisioneros judíos perdieran la fe en el futuro, la creencia de que su vida podía tener algún valor (más tarde, llamaría a esto neurosis noógena).

Frankl también notó que una vez que se presenta este fenómeno en la mente de la persona, es mucho más fácil que caiga en una depresión. Ésto abrió todo un campo en la psicología, pues nos permitió darnos cuenta de lo importante que es la experiencia del sentido para una salud psicológica integral, y que incluye un aspecto más allá de lo psicológico, que podríamos llamar espiritual. Si esta dimensión de la persona no se desarrolla de forma adaptativa, abierta y libre, no podremos decir que tenemos una verdadera experiencia de salud.

Si bien no sería atinado pensar que algún día encontraremos una respuesta universal al sentido de la vida, sí podemos comenzar por buscar una experiencia personal: ¿qué es lo que me da sentido a mí? ¿Qué es lo que me ayuda a tener esta experiencia abierta de flujo y motivación?



El sentido de la vida se asoma todo el tiempo, en todo lo que hacemos, especialmente en los actos y acciones que podrían parecer “pequeños”. No es un concepto abstracto, o una carrera académica, ni siquiera es un título nobiliario o una descripción de trabajo, el sentido de vida se abre a nosotros al estar en gozo, amor, compasión, sabiduría, generosidad, en el cariño que damos y recibimos con cada palabra y acción que llevamos a cabo. Es una experiencia que se asoma en las vivencias simples y cotidianas que tenemos cada día. Y si todo este párrafo de conclusión parece o suena misterioso, es porque lo es. No es una certeza real y física, es una realidad hermosa y cambiante.



Fuente:

Frankl, V. (1946). El hombre en busca de sentido. Barcelona, España: Herder.

 
 
 

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